lunes, 19 de marzo de 2012

protector solar (o filtro solar o crema solar).


Fotoprotección significa protegerse del sol. La mayoría de las personas cree que el protector solar (o filtro solar o crema solar) es suficiente para darnos esa protección, sin embargo eso no es verdad: el uso del protector solar no es sinónimo de protección solar.



El sol emite varios tipos de radiación, ondas, de diferentes longitudes. Cada una de esas longitudes de onda determinará las consecuencias de esa variación para los seres humanos.


Cuatro son los principales tipos de radiación que llegan hasta la superficie de la Tierra:

Ultravioleta B (UVB) – luz prácticamente imperceptible, responsable por las quemaduras solares, bronceado de la piel, oscurecimiento de manchas y la mayoría de cánceres de la piel. Esa radiación es más intensa en el horario próximo al mediodía, en verano y en los trópicos;

Ultravioleta A (UVA) – también poco percibida, representa el 95% de la luz que llega a la Tierra y es responsable por el envejecimiento cutáneo, bronceado de la piel, oscurecimiento de manchas y algunos cánceres de la piel. En comparación a la UVB, esta radiación varía muy poco a lo largo del año, del día y del globo terráqueo;

Infrarroja (IR) – esa luz de tono rojizo es responsable por parte de la percepción de luminosidad y del calor que tenemos bajo el sol. Parece estar asociada al oscurecimiento de ciertos tipos de manchas;

Luz visible – son las variadas longitudes de onda dentro de este grupo las que nos permiten, principalmente, distinguir los colores. Existen discrepancias sobre su posibilidad de manchar la piel. 

Es muy importante atenernos al hecho de que las nubes no son capaces de bloquear, principalmente las radiaciones UVA y UVB, pese a la disminución de la claridad y del calor en los días lluviosos.

Protector solar

Entonces, ahora que sabemos por qué las radiaciones A y B son las más dañinas para nuestra salud y cuáles son los horarios en que quedamos más expuestos a cada una de ellas, vamos a entender un poco más sobre los productos que la industria farmacéutica nos ofrece.

Los protectores solares poseen la sigla FPS (o SPF, en inglés) en la envoltura, que significa «Factor de Protección Solar». Ese factor debería servir para establecer una estandarización de los diferentes productos, facilitando la vida del consumidor, pero en la práctica no es eso lo que sucede. El FPS se basa en la quemadura solar, es decir, solamente UVB (lea arriba), y determina, principalmente, el tiempo de exposición que podemos permanecer sin quedar con la piel rosada (primera señal de quemadura solar).

Por ejemplo, imagine una persona de piel clara que, sin ningún producto en la piel, comienza a quedar con la piel rosada después de 10 minutos de exposición solar, y otra, de piel morena, que comienza a quedar rosada después de 20 minutos de la misma exposición. Si ambas se aplican un protector solar FPS 30, teóricamente, la de piel clara podrá quedar 30 veces 10 minutos (300 minutos), y la de la piel morena 30 veces 20 minutos (600 minutos) hasta comenzar a quedar rosadas. Es decir, cuanto más clara es la piel, menor la protección del filtro solar.

Además, cada FPS posee un porcentaje de protección anti UVB. Un FPS 30, por ejemplo, protege cerca del 96% de los rayos UVB, y un FPS 50 protege cercar del 98%. Así, incluso estando dentro del plazo de tiempo explicado arriba, la protección nunca será del 100%. Sabiendo eso, queda más fácil entender por qué los productos con FPS arriba de 50 probablemente no traen beneficios extra.

Otro factor de extrema importancia es que, para determinar el FPS, los tests son hechos con una cantidad que difícilmente una persona puede usar. Eso sería, para un adulto de 70 kg, en un único día de playa, por ejemplo, un frasco de 60 ml de filtro solar. En la práctica, usamos apenas entre el 25%-50% de esa cantidad.

¿Y la UVA? Esa radiación, que es muchas veces pasada por alto, porque no quema la piel, también está asociada a los cánceres de la piel. La mayor evidencia es el hecho de que esa enfermedad es cada vez más común, incluso con el uso de los filtros solares. Además, la UVA tiene gran importancia estética, ya que es la radiación responsable por el envejecimiento de la piel y, al igual que la UVB, por su pigmentación. 

La gran dificultad de los bloqueadores está en protegernos de esa radiación. Los tests no consiguen precisar cuán protegidos estamos y, por lo tanto, no existe un factor estandarizado que nos indique esa protección. Las etiquetas de los productos suelen indicar “protección de amplio espectro”, “PPD” (seguido de un número) o una secuencia de hasta 3 cruces (+++), en la tentativa de identificar qué tanto nos protege ese producto de la UVA. Pero no se engañe, un PPD considerado alto o una indicación “+++” puede significar que el producto ofrece protección anti-UVA, aunque no se sabe a ciencia cierta cuál es la verdadera protección que nos proporciona.

Cómo protegernos del sol

Todo lo que fue explicado hasta ahora no significa que no debamos de usar protectores solares, al contrario: son muy útiles, pero debemos saber que el uso de los protectores como único método de protección solar hará más daño que bienestar, ya que una buena protección anti UVB y consecuente ausencia de quemadura solar podrá dejarnos más tiempo bajo el sol, exponiéndonos por mucho más tiempo a la UVA.

Así pues, es imprescindible que, además de aplicarnos generosamente un filtro solar, reaplicándolo cada 2 horas o cada vez que la piel sea mojada, debemos siempre permanecer en la sombra y con sobreros grandes y tejidos gruesos, de preferencia oscuros, incluso en los horarios de sol menos intenso. Sepa, además, que un tejido mojado protege menos que un seco. Hoy en día existen varias marcas de sombreros y ropas de tejidos leves, no obstante de trama cerrada, que permiten una protección razonable incluso cuando están mojados.

Esos cuidados deben ser siempre redoblados en aquellas personas que tienen manchas en la piel y enfermedades que puedan ser agravadas por el sol, como el lupus. En esos casos, debe prestarse mucha atención a la luz que se refleja en la arena, en el agua e incluso en la nieve.

Para escoger el protector solar ideal hay que tener una noción de cómo son compuestos. Los filtros solares contienen principios activos que pueden ser divididos en filtros químicos (sustancias que absorben o neutralizan la radiación UV) y físicos (sustancias que hacen una barrera mecánica, tratando de impedir físicamente que la radiación entre en las células de la piel).

En cada producto comercial hay diferentes combinaciones de filtros químicos y físicos, sin embargo estos últimos son los más importantes para quien se preocupa en protegerse también contra la UVA –los más comunes son óxido de zinc y dióxido de titanio.

Además de buscar los productos que contengan las sustancias mencionadas arriba, debe considerarse el tipo de piel y el tipo de exposición que se pretende tener. Por ejemplo, los productos más espesos y oleosos forman una camada más espesa y no salen con tanta facilidad dentro del agua, siendo la mejor opción para los niños y deportistas, pero pueden causar acné en quien tiene la piel grasosa. Los productos en gel no empeoran el acné, sin embargo salen con extrema facilidad ante una sudoración mínima y difícilmente contienen los filtros físicos en su fórmula.

Finalmente, después de toda esa explicación, usted puede preguntarse si el sol hace mal. La respuesta es absolutamente no. El sol es fundamental para nuestra salud y bienestar y, principalmente, para que produzcamos la vitamina D que fijará el calcio en nuestros huesos. Sin embargo, para tener eso, la cantidad necesaria es relativamente pequeña. Por ejemplo, permanecer bajo el sol de inicio de la mañana o final de la tarde, apenas con la espalda, brazos o piernas expuestas, por 15 minutos, dos o tres veces por semana puede ser suficiente.


Autor del artículo
Dr. Pedro Pinheiro. Médico egresado de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) en 2002. Diploma reconocido por la Universidad de Oporto, Portugal. Título de especialista en Medicina Interna de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ) en 2005. Título de nefrólogo de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ) y de la Sociedad Brasileña de Nefrología (SBN) en 2007. Título de Nefrólogo del Colegio Portugués de Nefrología.




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